jueves, 1 de marzo de 2012

La autora de "Vivir sin Cole". Sibila.


No llevar los niños a la escuela actualmente crea a primera impresión un gran rechazo por parte de esta sociedad. Uno de los principales conceptos mentales que cambian los padres que no escolarizan a sus hijos es que la mayoría de todo lo que se aprende, se aprende fuera de la escuela (recuerda tu infancia y tus necesidades reales actuales). Se puede aprender de muchas formas no viniendo el conocimiento solamente de los libros de texto. El tener hijos no escolarizados supone el compromiso de responder esas preguntas de los hijos que salen espontáneamente. Supone ser inquieto y tener ganas de aprender ayudándoles a solventar sus cuestiones mientras indagas tú en ellas. Resulta sumamente importante disfrutar de su compañía, tener ganas reales de estar con tus hijos (son muchas las horas a compartir durante muchos días seguidos). Ellos son nuestros aliados y juntos cooperamos en piña. Una escuela destruye esta unión potenciando las rivalidades y luchas de poder entre padres e hijos.


El llevarlos a cierta edad a la escuela simplemente por haber cumplido seis años, me parecía un tanto frío, así como una ruptura global de profundidad en la relación del día a día, me resultaba bastante “antinatural” y algo en mí proyectaba sentimientos de rechazo hacia ello, pero… ¿sería capaz de transmitirles todos los conocimientos culturales que les ofrece la escuela en sus diversas materias y edades?.


Normalmente, cuando nos planteamos otra forma de vida, otro “roll”, éste le vemos desde nuestra actitud actual, desde nuestras inquietudes y necesidades actuales, no sabiendo ponernos exactamente en esa situación, con todos los matices y cambios que conlleva, matices que ni tan siquiera se nos ocurren. Por ello, yo me planteaba mi nivel cultural y el del padre. Esta visión de la enseñanza, abría una inmensa puerta a mis miedos.


Actualmente, mi punto de vista ha cambiado inmensamente, ya no soy tan centralista o egocéntrica, como queráis llamarlo, ¿realmente podía creerme que la educación se iba a basar en una sola persona del mismo modo que solemos dejar actualmente el peso de la educación en un sólo punto, la escuela? Ahora veo que no. Mis hijos no aprenden sólo de mí. Principalmente aprenden de sí, de ellos mismos y de la vida. Aprenden solos, no hace falta estar en cima, basta con esforzarse en no castrarles y dejarles fluir en sus inquietudes y quehaceres. Observando la naturaleza, observando en las compras, observando los cuentos, observando a la gente, aprenden, y aprenden con un corazón mucho más abierto por lo general que el nuestro, sin críticas destructivas basadas en la incomprensión y los miedos.




Los niños también aprenden -y mucho- de las demás personas que ven. Una de las ventajas de no escolarizarlos es que evitas en gran medida el salto generacional. Ellos no verán a los adultos como a la única autoridad, a los mayores como modelo a seguir, a los de su edad como colegas cómplices y a los pequeños como inferiores que no saben nada. Normalmente quieren aprender absolutamente de todos y les gusta estar con todos. La autoridad la ven en cualquiera que les dé un razonamiento justo o tajante. Imitan a las personas porque hagan algo que les guste, independientemente de si son mayores o pequeñas; sus colegas y confidentes los buscan en gente afín, sin tener en cuenta la edad y no suelen ser prepotentes con los más pequeños. Todos tienen algo para poder enseñarles, de todos tienen algo por aprender… Cada persona -independientemente de la edad-, le va mostrando una faceta de la cultura, de la vida y del sentir diferente, que ellos absorben inmediatamente como cuan esponjas que son por otro aspecto más: aprenden lo que necesitan aprender en el momento que quieren aprenderlo, en el momento en que más receptivos están. No se sienten forzados a aprenderlo porque hay un examen o ahora “toca” esa asignatura, conllevando esto una gran ventaja respecto a la retentiva y la memoria, no siendo aprendido para “salir del paso”. Si tú ofreces a tus hijos una amplia biblioteca (pública o privada) y éstos, además, observan tu inquietud por saber, no dudes en que lo más probable sea que ellos, desde muy temprana edad, disfruten empapándose de conocimiento. El inconveniente: que requiere una gran atención y energía por nuestra parte. Veo bastante importante el esforzarse por contestar a sus preguntas, sean de la índole que sean. Aunque algunas veces me dé pereza interrumpir mi lectura por saciar sus inquietudes, siempre me deja luego, al final, un sabor de boca maravilloso y espléndido, manteniéndose como dulces recuerdos para el resto de mis vidas. Con la edad, el aspecto cultural los niños lo pueden seguir ampliando no sólo con los libros y gentes, sino también con cursos o talleres. Siempre tienen la opción ahí de ir a conferencias, seminarios, cursos o talleres de todo aquello que les guste y el hecho de que no vayan a la escuela no los convierte en unos inadaptados sino al contrario, tienen más tiempo real para estudiar, indagar, investigar o salir con los amigos. En caso de que el día de mañana pidan ir al colegio, al instituto o a la Universidad, no es ningún impedimento real pues entran directamente en unos casos y, en otros, basta con que hagan su respectivo examen de ingreso, poseyendo a mi parecer dos grandes ventajas: cuando lo hagan -si lo hacen- será por propia voluntad y plena consciencia, siendo fieles a sí mismos y realizando algo no por inercia, sino por sentimiento e inquietud. La otra ventaja es la de que para entonces su psique estará mucho más preparada para la disciplina y la presión escolar.


El colegio se me antoja más como un medio de control que de impartir conocimiento. Castra y coarta apagando la energía del niño, reprimiéndolo, enfriándolo. El colegio enseña a ser sumiso. El estado de sumisión es la situación típica creadora de la enfermedad. Cuando vivimos un estado de sumisión, nuestro cuerpo segrega gran cantidad de cortisol y otras hormonas cuyo efecto prolongado crea una especie de “suicidio fisiológico”.


A veces resulta realmente agotador el ser nosotros los responsables de la educación de nuestros hijos, llegando a poder ser un gran peso sobre nuestras espaldas, creándonos mal humor y dañando más que beneficiando. Si cuando estoy con los niños intento interesarme por lo que hacemos y vivir en plenitud, tendré tiempo ilimitado pues ese tiempo no será para ellos, sino para mí. Creo que esto es lo llamado por los orientales atención mental y podemos aplicarlo a todas aquellas facetas de nuestra vida como pueden ser las de la limpieza del hogar. Hay que estar plenamente atento a lo que se está haciendo siguiendo la propia respiración, siendo consciente de la propia presencia, sentimiento y acciones. Nada de pensar en el futuro, en lo que vamos a realizar después. Para mí cuando los niños me cargan y me siento agobiada por la inversión de tiempo que ello supone, intento controlar la mente mediante la respiración centrándome en ella.


¿Les estaré cerrando las puertas para que en un futuro puedan trabajar en donde quieran? Ante esta pregunta me planteo varias respuestas: Si por un lado les estoy diciendo a mis hijos que el ser humano no es omnívoro, sino frugívoro, que cualquier ser vivo u objeto es igual de importante que nosotros mismos y posee su propia energía, conveniendo respetar su vida, que las vacunas no son el milagro del siglo y conllevan muchos efectos secundarios y manipulaciones estatales, que el huerto y la Naturaleza no necesitan de productos químicos, que hay que evitar el consumismo y llegar a un nivel de autosuficiencia lo más alto posible, que ciertos adelantos científicos son muy dañinos por su gran contaminación medioambiental y electromagnética, que las funciones de los seres vivos no son simplemente nacer, crecer, reproducirse y morir, que no nos morimos sino que nos transformamos, que es muy importante vivir en la Naturaleza, que la creatividad y el desarrollo de la sensibilidad son muy valiosos, que nosotros vemos, oímos y llegamos más allá de nuestro cuerpo material, que el silencio y la meditación deberían de hacerse notar en nuestras vidas, que hay que confiar y creer en uno mismo, que las enfermedades son beneficiosas para conocerse y crecer, tomar consciencia de nuestros hábitos de vida, que no son un agente externo que nos quiere fastidiar, que no hay que competir más que con uno mismo, que tenemos que aprender a ser conscientes de todos nuestros actos y a responsabilizarnos de ellos no delegando en otros por mínimos que sean, que han de creer en sí mismos, en la vida y en el Universo, que el uso de la economía mundial está invertido de un modo muy dañino y creador de sufrimiento, etc. ¿Cómo voy a pedirles que vayan a la escuela, estudien todo lo opuesto a estas ideas pero, por otro lado, crean en lo que les digo? ¿No les estaré enseñando a que hagan e inviertan su vida en todo aquello en lo que no creen? ¿No les estaré incitando a que el día de mañana trabajen en algo que no les gusta y no se realicen plenamente como personas tan sólo por conseguir una falsa sensación de seguridad o estabilidad? Me niego a pedirles que hagan una cosa y crean en otra. Creo que si no van a la escuela incitados u obligados, o a edades tempranas, estarán menos expuestos a anularse a sí mismos o bloquearse, teniendo más claro qué quieren o qué sienten, conservando muchas fuerzas para poder conseguirlo, especialmente si sus sistemas cognitivos todavía no se hallan plenamente desarrollados. Creo que el día de mañana podrán trabajar perfectamente en lo que quieran y que si para ello tienen que hacer un examen, una prueba o incluso una carrera, lo realizarán con todo su ser, no siendo un gran obstáculo. Además, un título no es suficiente para obtener un trabajo en lo que se quiere y mucho menos para llevar una vida “satisfactoria y productiva”.


¿Tienen suficientes contactos con otros niños? La socialización es otra de las grandes inquietudes de los padres que llevan a sus hijos a la escuela y les gustaría no llevarlos. Ante esto, me basta con ver a mis hijos. Cuando vamos a cualquier sitio, se relacionan perfectamente sea bebé, niño, adulto o anciano y no tardan en compartir, charlar o jugar, ¡conociéndose incluso casi todos los juegos o canciones que se conocen los otros niños! Y es que los niños que no van a la escuela tienen mucho más tiempo libre para compartir, si quieren, con otras personas o niños y, en contra de lo que supuestamente se cree, no estamos al margen de la sociedad. Por decirlo de alguna manera simplista, la sociedad nos ofrece varios aspectos, valores o formas de vida; de cada diez de ellos, uno coge siete. Yo también cojo siete de esos diez, aunque los tres restantes sean los más escogidos por los demás, tengo otros tantos en común. De este modo, no soy ningún “bicho raro” en esta sociedad, simplemente soy una más de ella y, además, cada vez conozco a más gente afín a mí y a mis hijos. La vida me los va poniendo delante… Respecto al futuro, no sabemos cómo será en realidad, pero tanto mis hijos como yo, también pertenecemos a él y lo formaremos. No tienen por que ser más equilibrados o felices siendo muy sociables. Si el contacto con otros niños es suficiente o no, son ellos mismos quienes han de estipularlo y nosotros quienes hemos de aprender a escucharles pues desde luego no tardan nada en pedirnos ver a alguien o solicitarnos quedarnos en casa y no salir más. Las obligaciones cotidianas (familiares, de amistades, de compras, laborales, legales, de ocio, etc…) a veces incluso exceden el contacto con otras personas o niños. No creo necesario hacer nada especial para ello. Basta saber escuchar y sentirse. Sociable es hacer que un niño encaje en la sociedad, es hacer que se adapte a los demás por lo que si reflexionamos sobre su contrario podríamos decir que una persona solitaria es una inadaptada. Todos buscamos poder ser, es decir, la libertad, y ésta sólo puede existir para uno mismo. La política, la psicología, la cultura y la educación se encuentran al servicio de la sociedad; la sociedad no da libertad por lo que más que buscar la tan apreciada sociabilidad prefiero que mis hijos encuentren su propia paz e interior. Resulta muy difícil hacer infeliz a una persona solitaria pues esta ha aprendido a vivir consigo misma y por tanto a disfrutar de sí misma, a ser feliz consigo misma. Es el ego el que pide sentirse necesitado. La sociedad ayuda a engordar el ego.


Considero que realmente la escuela está más enfocada a los padres que a los hijos, librándose los primeros de una responsabilidad, aumentando su tiempo libre (para invertirlo en trabajar, relacionarse, estudiar, hacer las labores de la casa…) y reduciendo a primera vista el tiempo de exposición a conflictos a costa de una falta de confianza y conexión consigo mismos en sus hijos, a costa de castrar una gran parte de su personalidad; a costa de una pérdida de comunicación y por tanto de encontrarse con momentos cada vez más difíciles en esos pocos ratos que están en común.


Desde luego, cuando decides educar en casa a tus hijos, la cuestión económica muchas veces ha de replantearse: ¿cuánto dinero necesitamos realmente? ¿Con cuánto dinero quiero aprender a vivir? ¿Trabajo en algo que me gusta? ¿En qué quiero trabajar? ¿Qué puedo y quiero hacer que sea compatible con su educación no escolarizada? Estoy segura de que si aprendemos a responder estas preguntas y a hacernos responsables de sus respuestas, nuestra calidad de vida mejorará inmensamente -y nuestro equilibrio emocional y psicológico- pese a los miedos iniciales. El hecho de no escolarizar no es un acto suelto independiente de nuestra vida, sino una faceta más de unos valores y visiones de la vida muy complejos, sencillos y naturales a su vez.


La decisión de no escolarización no es un acto de irresponsabilidad o abandono, sino todo lo opuesto, es un acto tomado con gran consciencia e implicación. La legalidad respecto a la escolarización en España no está muy definida. Si cobras alguna prestación social como el IMI (Ingreso Madrileño de Integración) sí está claro: en estos casos, para cobrarlo es imprescindible que tus hijos en edad escolar (6 años en adelante), estén escolarizados pero si tu caso no es éste, se podría decir que lo obligatorio es la educación, no la escolarización. Cuando la ley te ataca, es desde la acusación de “abandono de responsabilidad” siendo fácilmente anulada esta acusación por parte de los acusados. La Constitución española dice: “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27.3). Mi convicción es la del naturismo y la espontaneidad. La de la confianza en uno mismo y en su propia sabiduría. La de la Luz y el Amor. También en la Constitución leemos: “la enseñanza básica es obligatoria y gratuita” (art. 27.4). Observemos bien que habla de enseñanza no de escolarización. En mi día a día transmito a mis hijos muchísimo más que una enseñanza básica. El simple hecho de existir y responsabilizarse de sí mismos es más de lo que yo pueda ofrecerles.


Existe, respecto a la educación, una ley de rango inferior a la constitución la LOGSE donde sí aparece la palabra escolarización en vez de enseñanza.


El juez Luis Columna niega que “exista responsabilidad penal ante un caso de este tipo (desescolarización consciente), ya que los padres no hacen dejadez de sus obligaciones con los hijos sino todo lo contrario, velan por ellos al plantearse cuál es el mejor método educativo que les conviene”.


En otros juicios la resolución ha sido la siguiente: “(la) formación educativa efectuada al margen de la enseñanza oficial es perfectamente aceptable en el marco de libertades diseñado por la Constitución”.
En España, la mayoría de las familias que no escolarizan a sus hijos no han tenido ningún problema. Los procesos habituales que se siguen en caso de conflicto son: un asistente social o un director de colegio toma consciencia de que X niño/a no está escolarizado/a y realizan la denuncia pertinente. Seguidamente el organismo competente te cita para una entrevista que puede ser en tu hogar. Allí la primera y más importante evaluación es el ver si tus hijos sufren de abandono o si has tomado esa decisión con consciencia y responsabilidad, viéndote tanto a ti como a tus hijos equilibrados. Muchos se conforman con este primer paso enviando el informe correspondiente y dejándote en paz. Otros hacen cierto examen intelectual y algunas preguntas a tus hijos. Tras esto, actúan de diversos modos: te dejan en paz, te piden que tu hijo pase un examen de aprobación todos los años, te someten a un seguimiento o entrevistas cada X tiempo, o confirman esa denuncia de abandono de responsabilidad, pidiendo a los jueces que te exijan llevar a tus hijos al colegio. En caso de que te ocurra esto, siempre puedes escolarizarlos en un centro a distancia, bien español, bien extranjero, pero yo creo que ante todo, hemos de aprender a hacer valer nuestros derechos y valores, mostrando una forma más de vida, consecuente con nuestra propia filosofía, con plena consciencia y responsabilidad, ayudando a la gente a abrir puertas en sus pensamientos, a ser más tolerantes con otras culturas o hábitos de vida, con otros valores. La no escolarización ayuda especialmente a la generosidad (pues se relacionan menos con un ambiente tan material y competitivo) y a la independencia, pues el niño resulta especialmente inquieto y creativo, no teniendo problemas con el aburrimiento.


Si nos fijamos en otros países, en Estados Unidos, a fines del año 2001 el Gobierno presentó un informe reconociendo la mejor preparación y la total adaptación a la sociedad de los niños no escolarizados que estudian en sus casas estando actualmente reconocido este movimiento en los cincuenta estados, siendo unos más rígidos que otros al exigir exámenes e informes unos mientras otros, nada. Según dicho informe, los niños no escolarizados están 80 puntos por encima de la media en los exámenes de acceso a futuros estudios, en caso de quererse “enganchar”. Con este tipo de educación, entre otras cosas, se busca “prestar atención a los puntos fuertes del niño y potenciarlos de un modo natural, sin presiones ni extorsiones” permitiendo que el niño interactúe con su medio e indague en su propia sabiduría interna.


Desde hace ya varias generaciones, en países como Canadá, Australia, Francia, Inglaterra y EE.UU. (donde hay un millón y medio de niños desescolarizados) la educación sin ecuelas es completamente legal.


En mi criterio, educar sin escuela va más allá de una simple no escolarización. Educar sin escuela es permitir que tus hijos tomen consciencia de su propia sabiduría y permitirles ser, mostrarse. Educar sin escuela es ponerte el hábito de la humildad, empaquetar y desintegrar el ego e igualar los niveles. Ponerte y poner a tus hijos al mismo nivel.


Para enseñarles a leer y escribir, no hago nada como comenté anteriormente, tan sólo dejar lo que estoy haciendo e intentar dedicarles el máximo tiempo posible cuando me lo piden, que ya es mucho. Quiero puntualizar una idea que me sugirió el otro día una amiga y ya hemos empezado a llevar a cabo mis hijos y yo pareciéndome muy interesante: la de llenar la casa de cartelitos con el nombre escrito del objeto correspondiente en que está pegado. Si mis hijos ven una foto y debajo su nombre, una puerta con su nombre escrito y pegado a ella, lo mismo con la cama, el coche, la cuchara, el lápiz, el libro, etc., ellos solos, por asociación de ideas, aprenderán a relacionar, leer y escribir sin apenas yo intervenir. Ahora me queda esperar a ver los resultados pero tengo clara una cosa: si quiero que mis hijos sean inquietos y busquen la sabiduría, tanto en su interior como en su exterior, he de ser inquieta e intentar buscar esa sabiduría yo también. El ejemplo y su resolución son los mejores maestros. Si no permito a mis hijos que coman, beban o hagan algo que considero dañino, también me dañará a mí y, por tanto, tampoco he de realizarlo yo, enseñándoles con ello a ser coherentes, a quererse y a amar.


Muchas veces me resulta más difícil no decir un “no” que decirlo. Cada vez que digo un “no” castro a mis hijos y ya hay excesivos “nos” que considero inevitables para su seguridad mínima, como para añadir más por meros roles sociales. Y no sólo eso: cuando digo un no, intento que comprendan la causa o razón. Obedecer a un no sin más no creo que les sirva para aceptar esa renuncia del acto como modo de vida. Comprender la esencia de ese no, sí. Lo mismo con el diferenciar sus conflictos de los míos. Cuando mis hijos se suben a rocas elevadas o a árboles y llegan a un punto en que sufro en exceso, no les digo que no se suban, sino les pido que por favor se bajen pues aunque sé que ellos son muy hábiles y no se van a caer, yo soy algo insegura y sufro viéndoles por lo que les ofrezco que hagamos algo que nos haga pasárnoslo bien a los tres, no sólo a ellos dos (pues yo no estoy disfrutando en esos momentos). Considero ofrecerles una libertad de acción y de juego sumamente imprescindible para su posterior equilibrio emocional.


Otra pauta que suelo llevar a cabo es la de que cada uno de ellos manda un día a la semana. Cada uno puede crear e inventarse las pautas que considere oportunas y se le ocurran. El Universo es tan grande y la Caja de Pandora está tan llena, que seguro os fluirán las ideas si os dejáis llevar. Sé que al principio puede resultar algo complicado el cambiar nuestra visión, actos o roles pero los beneficios de ello se hacen notar casi instantáneamente.


Vivir Sin Cole  ISBN: 978-84-96439-00-9  EAN: 9788496439009  ALTA: 13/02/2007 22:00:15  MOD.: 08/06/2007 11:24:40



Nuria Aragón Castro

2 comentarios:

  1. Moltíssimes gràcies per compartir aquest escrit. Ja no es poden dir les coses més clares. És absolutament impressionant.

    Una abraçada

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  2. :)
    Aquest va ser el llibre que em va obrir els ulls

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